Transcripción |
Es un sentimiento
Una colección de singles y una gira mundial con todas
las entradas vendidas: Depeche Mode, veinte años después
de su creación sobre las huellas del movimiento punk, es
consagrado como un monumento de la música popular.
Martin Gore y Andrew Fletcher, el songwriter y el hombre
de las sombras, nos recibieron en Londres para
escucharnos hacerles una pregunta molesta: ¿terminaron
convirtiéndose en los nuevos Rolling Stones?
Sentimos por este grupo una extraña mezcla de atracción
y de rechazo. Depeche Mode: el nombre solo ya nos causa
gracia. Pero no nos reímos con maldad, ni para
burlarnos. Nos reímos sobre todo de nosotros mismos, del
pequeño adolescente new wave que fuimos, despeinados y
con un prendedor de Joy Division en la camisa (negra).
Just Can’t Get Enough a todo volumen, People Are People
en el gran baile dark. Toda una época (afortunadamente
breve), pero que no fue sólo nuestra época, sino también
la de millones de adolescentes y de posadolescentes.
En 1998, Depeche Mode es una institución, una empresa
gigante, una Iglesia. Un grupo que llena estadios en los
Estados Unidos, en Australia, en Japón, en Europa, pero
que no ha dejado de ser humano, accesible. A diferencia
de algunos mastodontes de la cultura popular (como U2),
Depeche Mode nunca olvidó que la música era antes que
nada una cuestión de proximidad, de intimidad entre
gente que no se conoce pero se relaciona todos los días
a través de las compacteras y los decks. Para los fans
de Depeche Mode, Dave Gahan es un amigo, un "boy next
door" —un poco callejero, pero bien peinado. Martin Gore
y Andy Fletcher son sus primos dignos, dos buenos
muchachos con los que siempre podremos contar. Parece
tonto, pero es esencial: Gahan, Gore y Fletcher son
antes que nada tres tipos realmente simpáticos. Nada de
estrellas de rock, nada de show business, y para nada
Depeche Mode. Nos pueden recibir en Londres como ahora o
en París como hace un año, y siempre cumplirán con sus
obligaciones con sencillez y elegancia. Sin embargo, el
año pasado nos encontramos para tener noticias del
sobreviviente Dave Gahan, que había regresado a la vida
después de largos meses de cura de desintoxicación y
tres años de oscuridad. No resulta especialmente
evidente que alguien pueda conservar la sonrisa después
de ese tipo de circunstancias. Y sin embargo, pocas
veces las palabras de un hombre público nos parecieron
tan sinceras y exactas como ese día. Depeche Mode no es
un grupo perfecto, pero es un grupo honesto, fiel —con
el primer sello, Mute, desde el primerísimo día. Y
también es un grupo vivo. Dentro de su vasta
discografía, algunas melodías peligrosamente
melancólicas dan testimonio de ello: esta gente tiene
una vida íntima —no necesariamente dorada ni glamorosa—,
una vida diaria mucho más turbia que sus canciones
monocromáticas. Hay una grieta Depeche Mode, y es sin
duda también por eso que hay un sonido DM y un público
DM.
Pero Gahan, Gore y Fletcher también tienen una gran
ambición: durar. Así que el grupo fue moviéndose, ensayó
algunas revoluciones —la prueba está en que en su
discografía hay dos discos, los oscuros y recientes
Violator y Ultra, que podemos escuchar de punta a punta
sin sentir nunca ganas de reír. Con el impulso de Martin
Gore, el pequeño grupo de Basildon recorrió un largo
camino, invitando regularmente a los innovadores de cada
época (Tim Simenon en Ultra) a violentar sus canciones
cuando ellos mismos no encontraban la clave. Depeche
Mode intentó cosas nuevas sin nunca renegar de nada,
convirtiéndose así en una referencia indiscutible para
toda una generación de músicos educados al son de
Celebration o Music for the Masses. Un grupo móvil y
creíble, entonces, a pesar de algunos extravíos que aún
les provocan cierto rubor. "Hemos sido ridículos muchas
veces", nos confesaba hace un año un Dave Gahan
particularmente locuaz. Así avanza Depeche Mode, que
representa a la vez todo lo que detestamos (los nefastos
sintetizadores, los hilos gruesos), y todo lo que amamos
(la elegancia, la llama, la capacidad para burlarse de
sí mismos). Y finalmente, nos conmueve de este grupo su
instinto de supervivencia, su rechazo a tirar la toalla.
Los héroes de ayer tienen inmensas ojeras y una mirada
menos orgullosa, pero no se rinden. Hay algo novelesco
en esa lenta decadencia anunciada, en esa fatal
incapacidad para envejecer con belleza. Algo cercano al
drama —pero un drama filmado, público, presentado sin
pudor.
Un año después de Ultra, han vuelto a la ruta. Una
actividad que estuvo a punto de acabar con el grupo hace
algunos años.
Martin Gore: (Un tanto incómodo)... Este regreso a los
escenarios lo estudiamos a fondo para estar seguros de
no cometer errores. Cada uno midió los peligros y si nos
sentimos listos es porque Dave, Andy y yo nos creímos
capaces de afrontar todo lo que conlleva una gira: el
stress, el hecho de estar lejos de nuestros hogares, las
tentaciones... Sabemos que es una experiencia un poco
desconcertante. Porque la última vez fue cualquier cosa,
un descontrol terrible. Este año el tren va a tener que
pasar por las mismas ciudades, los mismos lugares, pero
esta vez sin descarrilarse.
Se dice que su gira anterior fue una de las más
excesivas de la historia del rock: bandas de dealers en
los camarines, peleas, ataques de nervios en cadena.
Concretamente, ¿cómo se evita eso esta vez?
Martin Gore: En vez de pagarle a los dealers, vamos a
pagarle a otra gente para que le prohíba el acceso a los
dealers (risas)... No queremos recaer en el círculo
infernal: micro, espera, recital, trasnoche en una
discoteca, fiesta en el hotel. Todo eso se acabó. Ya
conocimos el exceso, no tenemos ningún motivo para
vivirlo otra vez. En este momento sufrimos una presión
increíble. Cada día nos piden que demos más recitales
cuando ya renunciamos incluso a nuestros días de
descanso. Lo que cambió dentro de Depeche Mode es que
somos capaces de decir que no. A partir de ahora, la
salud del grupo va a estar por encima de todo. Y si el
disco se vende menos que los anteriores, mala suerte.
Prefiero conservar mi buena salud antes que hacer
explotar nuestros récords de ventas.
Ustedes atravesaron varios períodos muy difíciles
—separaciones, interrupciones. Y sin embargo, ahora más
que nunca sentimos que estamos frente a un verdadero
clan.
Andrew Fletcher. Después de haber pasado por la mitad de
lo que nosotros pasamos, cualquier otro grupo ya hubiera
terminado a los golpes. Pero nosotros no. Siempre
atravesamos las crisis, dejamos pasar las tormentas.
Martin y yo nos conocemos desde la infancia, crecimos en
las mismas calles, jugamos en el patio de la misma
escuela. Con Dave las relaciones tal vez sean un poco
menos íntimas, pero él también es de Basildon. ¿Cómo
terminar con una relación que tiene veinte años? Hay un
aspecto del grupo al que la gente no le presta
suficiente atención, y es que Martin no sólo compone la
música sino que también escribe las letras. Cuando
escuchas cantar a Dave, parece que son sus propias
palabras. Y sin embargo, son de Martin, pero ellos dos
se conocen tanto que la ilusión funciona de manera
instantánea. Tuvieron la misma vida, vienen del mismo
pueblito, recorrieron el mismo camino, cometieron los
mismos errores, y eso se oye en los discos o en los
conciertos.
En sus comienzos, ¿alrededor de qué discos se
encontraban? ¿Cuál fue la música que unió al clan?
Martin Gore: Recuerdo haber hablado durante horas sobre
Bowie. Sobre su música, pero también sobre todo el
resto: su actitud, su ropa, sus reportajes. Para
nosotros era y sigue siendo un modelo.
Andrew Fletcher: Eramos todos fans del glam rock, de
Gary Glitter, de T. Rex, pero a Dave también le gustaban
mucho los grupos after punk, como Magazine o Gang Of
Four. El punk lo había marcado mucho, y ver el modo en
que alguna gente lo tomaba para pasar a otra cosa lo
excitaba muchísimo. Y muy pronto, la música electrónica
apareció con mucha fuerza con grupos como Human League y
sus sintetizadores baratos, y fue entonces cuando nos
pareció que ahí había posibilidades increíbles. Martin
armó el sonido de su sintetizador en los ensayos y poco
a poco nos fuimos transformando en Depeche Mode.
Martin Gore: Otro grupo que nos gustaba a todos era
Kraftwerk. Recuerdo una discusión en la que llegamos a
esta conclusión: si logramos unir la tecnología que
usaba Kraftwerk con canciones con bellas melodías,
entonces conseguiremos hacernos un lugar. La emoción de
Neil Young o John Lennon transmitida a través de los
sintetizadores de Kraftwerk: era mi sueño. Música del
alma tocada por instrumentos electrónicos. Entonces nos
convertimos en puristas, en partidarios de la línea
dura: no había lugar para guitarras en nuestra música.
Aunque mi primer instrumento fue una guitarra que me
regalaron mis padres a los 12 años.
¿A qué edad decidiste convertirte en músico?
Martin Gore: Hasta donde se remontan mis recuerdos,
siempre quise hacer música —y todos los días rezo para
que eso nunca se detenga. Creo que cuando tenía 12 o 13
años, se fue volviendo más claro en mi cabeza: "¿Un
trabajo en una oficina? No, gracias." Tengo una
necesidad física de música, tanto mía como de los demás.
Aun hoy, la historia del rock es mi mayor pasión —quiero
saberlo todo sobre Elvis, sobre Dion DiMucci, sobre
Johnny Cash. Nada en el mundo me da más placer que los
discos: amo a los Beatles, los Rolling Stones, Kraftwerk,
necesito escuchar sus canciones lo más seguido que
puedo, es mi oxígeno.
Después de todos estos años, un misterio permanece:
¿cómo lograste preservar el candor, la simplicidad de
las melodías que escribís para el grupo?
Martin Gore: Es una pregunta que me resulta a la vez muy
difícil y muy personal. Se refiere a cosas íntimas, casi
embarazosas para mí. Porque si esas melodías parecen tan
candidas, seguramente es porque no soy una persona
demasiado adulta, sino alguien un tanto retrasado, un
tipo raro (sonrisa)... Y si mis canciones son tristes,
melancólicas es porque siempre fui así: a la vez muy
dado y muy sombrío, constantemente melancólico. La
típica persona que hace bromas todo el tiempo pero que
no puede evitar
deprimirse... Me cuesta hablar de esto, porque me da
miedo afrontar las razones de esta tristeza. Lo único
que puedo decir es que siempre escribí de manera
natural, instintiva. Me siento frente al piano, escucho
una melodía y me pongo a cantar lo primero que se me
ocurre, sin hacerme preguntas. Mis canciones nacen
siempre de la misma manera y mi cerebro no desempeña
ningún papel en eso. Muchas veces leí que las canciones
de Depeche Mode eran todas iguales, pero es porque son
las únicas que sé escribir. Antes de ser una música
simple, es una música natural, intima, es decir bastante
triste. De hecho, eso es lo que la vuelve tan preciosa
para mí, lo que convierte a la música en una actividad
vital para mí. Porque si ya no tuviera más esa relación
directa con mi alma, me volvería completamente loco: soy
una persona que reflexiona demasiado, la caricatura del
tipo cerebral, preocupado. Como me paso el tiempo
planteándome cuestiones existenciales absurdas y
obsesivas, la música es lo único que me permite escapar
de mis ideas negras. Me siento en el piano y de golpe
todo se vuelve virgen, inmaculado, como en el primer
día... Me gusta estar en manos de la melancolía -no es
casual que Massive Attack y Smashing Pumpkins sean mis
dos grupos contemporáneos favoritos.
¿El escenario te procura el mismo tipo de placer y de
evasión?
Andrew Fletcher: Martin y yo tenemos mucha suerte:
contamos con Dave Gahan. Un cantante que atrae todas las
miradas, que sacude a las multitudes. Eso nos permite
hacer nuestro trabajo un poco más tranquilos. Martin
Gore: El escenario se volvió para mí una actividad más
mecánica. Muchas veces me pidieron que colaborara con
otra gente para escribir una o varias canciones. Pero sé
que eso no funcionaría, precisamente porque se volvería
algo mecánico, una especie de trabajo remunerado. Soy
incapaz de escribir si hay alguien más en la habitación,
me paraliza por completo. Sólo puedo componer para
Depeche Mode. Escribís canciones desde hace más de
veinte años. ¿Sentís que vas progresando?
Martin Gore: Discos como los que editábamos a mediados
de los 80, ahora seguramente podría hacer dos por año.
En cambio, canciones del nivel de Barrel ofa Gun... La
desnudez es lo que más me interesa ahora. Quiero
escribir canciones despojadas, vestidas con harapos. Me
gusta que mis temas se mantengan de pie solos: dos
piernas, dos brazos, un cuerpo, una cabeza. Quiero
llegar más lejos en esa dirección, en lo instintivo,
pero es difícil. En mi vida diaria lucho constantemente
contra mi espíritu ultralógico. cartesiano. Necesito
constantemente tener explicaciones para todo, eso me
envenena la vida. Me gustaría volverme más espontáneo,
bajar la guardia, dejarme llevar. Quisiera poder ser
todo el tiempo esa persona en la que me convierto cuando
compongo. Prefiero esa persona antes que el personaje
público, porque el que escribe es más conmovedor, más
humano que el otro.
En el 81, Depeche Mode tenía una ética muy fuerte
heredada del punk ningún contrato con el sello Mute,
nada de managers, una Boca artística muy estricta. ¿Qué
queda hoy de esos ideales?
Andrew Fletcher: Aún estamos en Mute, seguimos
decidiendo todo de manera independiente y continuamos
con la misma línea artística, incluso cuando todo el
mundo se volvió hacia el grunge o hacia el techno. Nunca
sentí que el grupo se nos escapara de las manos, que se
estuviera convirtiendo en una suerte de monstruo
incontrolable. Sé que Dave a veces sintió este tipo de
cosas, pero personalmente estoy muy •> '^'^3 orgulloso
de que nos hayamos convertido en lo que somos. Un
periodista inglés decía hace poco que ustedes eran los
Rolling Stones de su generación.
Andrew Fletcher: Si somos tan importantes para nuestros
fans cono Jagger y Richards lo son para los suyos,
entonces lo tomo cono un halago.
Martin Gore: Somos un grupo en vida, no una institución.
Más allá de eso, yo también lo tomo como un halago:
durar y ser importantes para la gente no son defectos.
¿Nunca tienen la sensación de ser prisioneros de este
grupo, ¡ncapaces de hacer otra cosa, o incluso de tocar
otra cosa?
Martin Gore: Me planteé esa cuestión durante mucho
tiempo, porque involucra un montón de cuestionamientos
privados —¿me he convenido en una máquina, soy capaz de
arreglármelas solo? Pero desde hace algunos años y
después de las crisis del grupo, me serené completamente
a este respecto. Entendí que no se podía cambiar
brutalmente el curso de las cosas. Musicalmente, eso
significa que siempre seremos identificables: con las
canciones que compongo y la voz tan particular de Dave,
incluso un disco grabado en Nashville con un productor
de country tejano seguiría siendo un disco de Depeche
Mode. Es inútil intentar cambiar el mundo, sobre todo
cuando ese mundo te resulta bastante más conveniente que
cualquier otro. Depeche Mode es nuestra vida: ahora,
sólo nos queda vivirla.
The Singles 86-98 (Mute/Sum Records).
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