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Es un sentimiento
Entrevista a: Martin Gore y Andrew Fletcher
Revista: Los Inrockoptibles
Por:
Emmanuel Tellier
Fecha:
Noviembre de 1998

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Transcripción


Es un sentimiento
Una colección de singles y una gira mundial con todas las entradas vendidas: Depeche Mode, veinte años después de su creación sobre las huellas del movimiento punk, es consagrado como un monumento de la música popular. Martin Gore y Andrew Fletcher, el songwriter y el hombre de las sombras, nos recibieron en Londres para escucharnos hacerles una pregunta molesta: ¿terminaron convirtiéndose en los nuevos Rolling Stones?


Sentimos por este grupo una extraña mezcla de atracción y de rechazo. Depeche Mode: el nombre solo ya nos causa gracia. Pero no nos reímos con maldad, ni para burlarnos. Nos reímos sobre todo de nosotros mismos, del pequeño adolescente new wave que fuimos, despeinados y con un prendedor de Joy Division en la camisa (negra). Just Can’t Get Enough a todo volumen, People Are People en el gran baile dark. Toda una época (afortunadamente breve), pero que no fue sólo nuestra época, sino también la de millones de adolescentes y de posadolescentes.
En 1998, Depeche Mode es una institución, una empresa gigante, una Iglesia. Un grupo que llena estadios en los Estados Unidos, en Australia, en Japón, en Europa, pero que no ha dejado de ser humano, accesible. A diferencia de algunos mastodontes de la cultura popular (como U2), Depeche Mode nunca olvidó que la música era antes que nada una cuestión de proximidad, de intimidad entre gente que no se conoce pero se relaciona todos los días a través de las compacteras y los decks. Para los fans de Depeche Mode, Dave Gahan es un amigo, un "boy next door" —un poco callejero, pero bien peinado. Martin Gore y Andy Fletcher son sus primos dignos, dos buenos muchachos con los que siempre podremos contar. Parece tonto, pero es esencial: Gahan, Gore y Fletcher son antes que nada tres tipos realmente simpáticos. Nada de estrellas de rock, nada de show business, y para nada Depeche Mode. Nos pueden recibir en Londres como ahora o en París como hace un año, y siempre cumplirán con sus obligaciones con sencillez y elegancia. Sin embargo, el año pasado nos encontramos para tener noticias del sobreviviente Dave Gahan, que había regresado a la vida después de largos meses de cura de desintoxicación y tres años de oscuridad. No resulta especialmente evidente que alguien pueda conservar la sonrisa después de ese tipo de circunstancias. Y sin embargo, pocas veces las palabras de un hombre público nos parecieron tan sinceras y exactas como ese día. Depeche Mode no es un grupo perfecto, pero es un grupo honesto, fiel —con el primer sello, Mute, desde el primerísimo día. Y también es un grupo vivo. Dentro de su vasta discografía, algunas melodías peligrosamente melancólicas dan testimonio de ello: esta gente tiene una vida íntima —no necesariamente dorada ni glamorosa—, una vida diaria mucho más turbia que sus canciones monocromáticas. Hay una grieta Depeche Mode, y es sin duda también por eso que hay un sonido DM y un público DM.
Pero Gahan, Gore y Fletcher también tienen una gran ambición: durar. Así que el grupo fue moviéndose, ensayó algunas revoluciones —la prueba está en que en su discografía hay dos discos, los oscuros y recientes Violator y Ultra, que podemos escuchar de punta a punta sin sentir nunca ganas de reír. Con el impulso de Martin Gore, el pequeño grupo de Basildon recorrió un largo camino, invitando regularmente a los innovadores de cada época (Tim Simenon en Ultra) a violentar sus canciones cuando ellos mismos no encontraban la clave. Depeche Mode intentó cosas nuevas sin nunca renegar de nada, convirtiéndose así en una referencia indiscutible para toda una generación de músicos educados al son de Celebration o Music for the Masses. Un grupo móvil y creíble, entonces, a pesar de algunos extravíos que aún les provocan cierto rubor. "Hemos sido ridículos muchas veces", nos confesaba hace un año un Dave Gahan particularmente locuaz. Así avanza Depeche Mode, que representa a la vez todo lo que detestamos (los nefastos sintetizadores, los hilos gruesos), y todo lo que amamos (la elegancia, la llama, la capacidad para burlarse de sí mismos). Y finalmente, nos conmueve de este grupo su instinto de supervivencia, su rechazo a tirar la toalla. Los héroes de ayer tienen inmensas ojeras y una mirada menos orgullosa, pero no se rinden. Hay algo novelesco en esa lenta decadencia anunciada, en esa fatal incapacidad para envejecer con belleza. Algo cercano al drama —pero un drama filmado, público, presentado sin pudor.
Un año después de Ultra, han vuelto a la ruta. Una actividad que estuvo a punto de acabar con el grupo hace algunos años.
Martin Gore: (Un tanto incómodo)... Este regreso a los escenarios lo estudiamos a fondo para estar seguros de no cometer errores. Cada uno midió los peligros y si nos sentimos listos es porque Dave, Andy y yo nos creímos capaces de afrontar todo lo que conlleva una gira: el stress, el hecho de estar lejos de nuestros hogares, las tentaciones... Sabemos que es una experiencia un poco desconcertante. Porque la última vez fue cualquier cosa, un descontrol terrible. Este año el tren va a tener que pasar por las mismas ciudades, los mismos lugares, pero esta vez sin descarrilarse.
Se dice que su gira anterior fue una de las más excesivas de la historia del rock: bandas de dealers en los camarines, peleas, ataques de nervios en cadena. Concretamente, ¿cómo se evita eso esta vez?
Martin Gore: En vez de pagarle a los dealers, vamos a pagarle a otra gente para que le prohíba el acceso a los dealers (risas)... No queremos recaer en el círculo infernal: micro, espera, recital, trasnoche en una discoteca, fiesta en el hotel. Todo eso se acabó. Ya conocimos el exceso, no tenemos ningún motivo para vivirlo otra vez. En este momento sufrimos una presión increíble. Cada día nos piden que demos más recitales cuando ya renunciamos incluso a nuestros días de descanso. Lo que cambió dentro de Depeche Mode es que somos capaces de decir que no. A partir de ahora, la salud del grupo va a estar por encima de todo. Y si el disco se vende menos que los anteriores, mala suerte. Prefiero conservar mi buena salud antes que hacer explotar nuestros récords de ventas.
Ustedes atravesaron varios períodos muy difíciles —separaciones, interrupciones. Y sin embargo, ahora más que nunca sentimos que estamos frente a un verdadero clan.
Andrew Fletcher. Después de haber pasado por la mitad de lo que nosotros pasamos, cualquier otro grupo ya hubiera terminado a los golpes. Pero nosotros no. Siempre atravesamos las crisis, dejamos pasar las tormentas. Martin y yo nos conocemos desde la infancia, crecimos en las mismas calles, jugamos en el patio de la misma escuela. Con Dave las relaciones tal vez sean un poco menos íntimas, pero él también es de Basildon. ¿Cómo terminar con una relación que tiene veinte años? Hay un aspecto del grupo al que la gente no le presta suficiente atención, y es que Martin no sólo compone la música sino que también escribe las letras. Cuando escuchas cantar a Dave, parece que son sus propias palabras. Y sin embargo, son de Martin, pero ellos dos se conocen tanto que la ilusión funciona de manera instantánea. Tuvieron la misma vida, vienen del mismo pueblito, recorrieron el mismo camino, cometieron los mismos errores, y eso se oye en los discos o en los conciertos.
En sus comienzos, ¿alrededor de qué discos se encontraban? ¿Cuál fue la música que unió al clan?
Martin Gore: Recuerdo haber hablado durante horas sobre Bowie. Sobre su música, pero también sobre todo el resto: su actitud, su ropa, sus reportajes. Para nosotros era y sigue siendo un modelo.
Andrew Fletcher: Eramos todos fans del glam rock, de Gary Glitter, de T. Rex, pero a Dave también le gustaban mucho los grupos after punk, como Magazine o Gang Of Four. El punk lo había marcado mucho, y ver el modo en que alguna gente lo tomaba para pasar a otra cosa lo excitaba muchísimo. Y muy pronto, la música electrónica apareció con mucha fuerza con grupos como Human League y sus sintetizadores baratos, y fue entonces cuando nos pareció que ahí había posibilidades increíbles. Martin armó el sonido de su sintetizador en los ensayos y poco a poco nos fuimos transformando en Depeche Mode.
Martin Gore: Otro grupo que nos gustaba a todos era Kraftwerk. Recuerdo una discusión en la que llegamos a esta conclusión: si logramos unir la tecnología que usaba Kraftwerk con canciones con bellas melodías, entonces conseguiremos hacernos un lugar. La emoción de Neil Young o John Lennon transmitida a través de los sintetizadores de Kraftwerk: era mi sueño. Música del alma tocada por instrumentos electrónicos. Entonces nos convertimos en puristas, en partidarios de la línea dura: no había lugar para guitarras en nuestra música. Aunque mi primer instrumento fue una guitarra que me regalaron mis padres a los 12 años.
¿A qué edad decidiste convertirte en músico?
Martin Gore: Hasta donde se remontan mis recuerdos, siempre quise hacer música —y todos los días rezo para que eso nunca se detenga. Creo que cuando tenía 12 o 13 años, se fue volviendo más claro en mi cabeza: "¿Un trabajo en una oficina? No, gracias." Tengo una necesidad física de música, tanto mía como de los demás. Aun hoy, la historia del rock es mi mayor pasión —quiero saberlo todo sobre Elvis, sobre Dion DiMucci, sobre Johnny Cash. Nada en el mundo me da más placer que los discos: amo a los Beatles, los Rolling Stones, Kraftwerk, necesito escuchar sus canciones lo más seguido que puedo, es mi oxígeno.
Después de todos estos años, un misterio permanece: ¿cómo lograste preservar el candor, la simplicidad de las melodías que escribís para el grupo?
Martin Gore: Es una pregunta que me resulta a la vez muy difícil y muy personal. Se refiere a cosas íntimas, casi embarazosas para mí. Porque si esas melodías parecen tan candidas, seguramente es porque no soy una persona demasiado adulta, sino alguien un tanto retrasado, un tipo raro (sonrisa)... Y si mis canciones son tristes, melancólicas es porque siempre fui así: a la vez muy dado y muy sombrío, constantemente melancólico. La típica persona que hace bromas todo el tiempo pero que no puede evitar
deprimirse... Me cuesta hablar de esto, porque me da miedo afrontar las razones de esta tristeza. Lo único que puedo decir es que siempre escribí de manera natural, instintiva. Me siento frente al piano, escucho una melodía y me pongo a cantar lo primero que se me ocurre, sin hacerme preguntas. Mis canciones nacen siempre de la misma manera y mi cerebro no desempeña ningún papel en eso. Muchas veces leí que las canciones de Depeche Mode eran todas iguales, pero es porque son las únicas que sé escribir. Antes de ser una música simple, es una música natural, intima, es decir bastante triste. De hecho, eso es lo que la vuelve tan preciosa para mí, lo que convierte a la música en una actividad vital para mí. Porque si ya no tuviera más esa relación directa con mi alma, me volvería completamente loco: soy una persona que reflexiona demasiado, la caricatura del tipo cerebral, preocupado. Como me paso el tiempo planteándome cuestiones existenciales absurdas y obsesivas, la música es lo único que me permite escapar de mis ideas negras. Me siento en el piano y de golpe todo se vuelve virgen, inmaculado, como en el primer día... Me gusta estar en manos de la melancolía -no es casual que Massive Attack y Smashing Pumpkins sean mis dos grupos contemporáneos favoritos.
¿El escenario te procura el mismo tipo de placer y de evasión?
Andrew Fletcher: Martin y yo tenemos mucha suerte: contamos con Dave Gahan. Un cantante que atrae todas las miradas, que sacude a las multitudes. Eso nos permite hacer nuestro trabajo un poco más tranquilos. Martin Gore: El escenario se volvió para mí una actividad más mecánica. Muchas veces me pidieron que colaborara con otra gente para escribir una o varias canciones. Pero sé que eso no funcionaría, precisamente porque se volvería algo mecánico, una especie de trabajo remunerado. Soy incapaz de escribir si hay alguien más en la habitación, me paraliza por completo. Sólo puedo componer para Depeche Mode. Escribís canciones desde hace más de veinte años. ¿Sentís que vas progresando?
Martin Gore: Discos como los que editábamos a mediados de los 80, ahora seguramente podría hacer dos por año. En cambio, canciones del nivel de Barrel ofa Gun... La desnudez es lo que más me interesa ahora. Quiero escribir canciones despojadas, vestidas con harapos. Me gusta que mis temas se mantengan de pie solos: dos piernas, dos brazos, un cuerpo, una cabeza. Quiero llegar más lejos en esa dirección, en lo instintivo, pero es difícil. En mi vida diaria lucho constantemente contra mi espíritu ultralógico. cartesiano. Necesito constantemente tener explicaciones para todo, eso me envenena la vida. Me gustaría volverme más espontáneo, bajar la guardia, dejarme llevar. Quisiera poder ser todo el tiempo esa persona en la que me convierto cuando compongo. Prefiero esa persona antes que el personaje público, porque el que escribe es más conmovedor, más humano que el otro.
En el 81, Depeche Mode tenía una ética muy fuerte heredada del punk ningún contrato con el sello Mute, nada de managers, una Boca artística muy estricta. ¿Qué queda hoy de esos ideales?
Andrew Fletcher: Aún estamos en Mute, seguimos decidiendo todo de manera independiente y continuamos con la misma línea artística, incluso cuando todo el mundo se volvió hacia el grunge o hacia el techno. Nunca sentí que el grupo se nos escapara de las manos, que se estuviera convirtiendo en una suerte de monstruo incontrolable. Sé que Dave a veces sintió este tipo de cosas, pero personalmente estoy muy •> '^'^3 orgulloso de que nos hayamos convertido en lo que somos. Un periodista inglés decía hace poco que ustedes eran los Rolling Stones de su generación.
Andrew Fletcher: Si somos tan importantes para nuestros fans cono Jagger y Richards lo son para los suyos, entonces lo tomo cono un halago.
Martin Gore: Somos un grupo en vida, no una institución. Más allá de eso, yo también lo tomo como un halago: durar y ser importantes para la gente no son defectos. ¿Nunca tienen la sensación de ser prisioneros de este grupo, ¡ncapaces de hacer otra cosa, o incluso de tocar otra cosa?
Martin Gore: Me planteé esa cuestión durante mucho tiempo, porque involucra un montón de cuestionamientos privados —¿me he convenido en una máquina, soy capaz de arreglármelas solo? Pero desde hace algunos años y después de las crisis del grupo, me serené completamente a este respecto. Entendí que no se podía cambiar brutalmente el curso de las cosas. Musicalmente, eso significa que siempre seremos identificables: con las canciones que compongo y la voz tan particular de Dave, incluso un disco grabado en Nashville con un productor de country tejano seguiría siendo un disco de Depeche Mode. Es inútil intentar cambiar el mundo, sobre todo cuando ese mundo te resulta bastante más conveniente que cualquier otro. Depeche Mode es nuestra vida: ahora, sólo nos queda vivirla.

The Singles 86-98 (Mute/Sum Records).
 

 

 
 

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